Padre Pío: el Santo de los milagros y la fe inquebrantable que tuvo las mismas heridas de Jesucristo. Esta es su historia

0Shares

El próximo 23 de septiembre se le rinde homenaje. ¿Por qué fue tan famoso?

El catolicismo cuenta con diferentes días de celebración, en los cuales se le rinde homenaje a los acontecimientos más importantes de la religión o para recordar a las personas canonizadas por sus méritos en la vida mortal. La celebración más cercana será el 23 de septiembre por el Padre Pío. ¿Por qué fue importante?

Su canonización se dio hace poco más de dos décadas, pero desde antes se ganó la fama de ser Santo; a tal punto que más de 100 mil personas acudieron a su entierro y otras 300 mil estuvieron presentes en El Vaticano cuando fue canonizado.

La historia de San Pío es una de las más particulares en la historia moderna del catolicismo. El llamado ‘Santo de los milagros y la fe inquebrantable’ nació el 25 de mayo de 1887 en Pietrelcina, Italia; con el nombre de Francesco Forgione.

Los restos del Padre Pío (1887-1968) se colocan en un ataúd de plexiglás dentro de la Basílica de San Pedro el 6 de febrero de 2016, Vaticano, fue otro de los cuerpos declarados incorruptos en la iglesia católica | Foto: Gamma-Rapho via Getty Images

Con base a la información recopilada por ACI Prensa de Lima (agencia de noticias católicas), se conoce que desde temprana edad, él estuvo altamente ligado a la religión. Con tan solo 16 años, ingresó al noviciado de la Orden de los Frailes Menores Capuchinos para adoptar el nombre por como lo conocerían, Pío; en honor al Padre Pío V.

Durante toda su carrera al servicio de la religión, Pío se hizo famoso por los milagros que aseguró lograr, tales como las curaciones, bilocación, tener las heridas de Jesucristo y otros actos recordados por los creyentes.

Todo esto fue puesto bajo estudio de la Iglesia Católica y estos actos hicieron que, cuando él estaba vivo, cientos de personas acudieran a sus misas para recibir la bendición y ser testigo de sus impresionantes habilidades.

Iglesia del Padre Pío

Su imagen más comúnmente reconocida es la de un hombre mayor con una barba blanca, vestido con el hábito capuchino y mostrando los estigmas en sus manos. Varias personas en sus hogares cuentan con cuadros de su semblante.

En sus primeros años como religioso, estuvo presente en diferentes templos y catedrales, entre las cuales se fue haciendo un nombre por los presuntos milagros de su autoría. Para 1910, le mostró al mundo que tenía estigmas, las cuales son las heridas simbólicas de Jesucristo.

Si bien Pío le gustaba estar con las articulaciones tapadas, en más de una ocasión las destapó y mostró tener heridas en manos, pies y costados de los hombros. Algunas eran leves, pero otras notables y de complejo dolor. A medida que pasaban los años, algunas fueron siendo cada vez más visibles. Cuando la noticia se propagó, cientos de feligreses viajaron hasta la catedral de San Giovanni Rotondo para verlo en persona.

El prestigio que se ganó hizo que una comisión de expertos provenientes de la Santa Sede fueran a verificar lo milagroso en su accionar, además de sus estigmas. Después de meses de investigación, señalaron que las heridas no fueron provocadas por actos maliciosos ni nada relacionado.

No obstante, hubo decretos que prohibieron las visitas al padre Pío, por lo que durante una década antes de la II Guerra Mundial estuvo en completo aislamiento del planeta entero. Durante el acontecimiento mencionado, él fundó los Grupos de Oración, los cuales se multiplicaron alrededor del mundo.

Otro acto destacado fue fundar el hospital Casa Alivio del Sufrimiento, siendo una institución en su pueblo natal que hasta hoy día se mantiene vigente. Tres días después de cumplir 50 años de sufrir por los estigmas, el Padre Pío falleció a los 81 años. Su funeral duró cuatro días, para que todos sus seguidores lo acompañaran para darle el último adiós.

Tiempo después de su fallecimiento, los médicos encontraron que los estigmas cicatrizaron y él habría muerto sin las marcas. Para 1999, el papa Juan Pablo II lo beatificó y dos años después lo canonizó bajo el nombre de San Pío de Pietrelcina.

Redacción