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La traición a las convicciones: el precio de la incoherencia política

Uno de los pilares fundamentales de la democracia es la representatividad: los ciudadanos eligen a sus gobernantes basados en sus promesas, principios y valores. Sin embargo, cuando aquellos que alcanzan el poder abandonan las convicciones que los catapultaron a la función pública, traicionan no solo su propia identidad política, sino también la confianza de quienes depositaron su voto en ellos.

En los últimos tiempos, hemos sido testigos de un fenómeno preocupante: partidos y dirigentes que, una vez en el poder, reniegan de sus postulados iniciales y adoptan posturas contrarias a su discurso de campaña. Lo que en un principio parecía un proyecto político firme y con convicciones claras, se convierte en una estructura maleable, dispuesta a adaptarse a las circunstancias con el objetivo de conservar cuotas de poder.

Esta práctica no es solo una falta de coherencia; es una traición directa al electorado. La legitimidad de un partido político radica en su compromiso con las ideas que enarbola y en su capacidad de traducirlas en acciones concretas. Cuando esto se rompe, el sistema democrático se ve debilitado, pues el ciudadano pierde la referencia de a quién realmente está eligiendo.

El pragmatismo es una herramienta necesaria en la gestión gubernamental, pero hay una línea delgada entre la adaptación a nuevas realidades y la claudicación de principios fundamentales. Cuando un partido abandona su esencia para satisfacer intereses coyunturales o presiones externas, no solo se desdibuja ideológicamente, sino que también envía un mensaje nocivo a la ciudadanía: la política es un juego de conveniencias, no de principios.

La cuestión clave aquí es la responsabilidad política y ética de los dirigentes. ¿Es válido utilizar el voto popular como un medio para alcanzar el poder y luego desentenderse de las promesas realizadas? ¿Dónde queda el respeto por la voluntad popular? La falta de coherencia no solo deslegitima a los actores políticos, sino que también contribuye al desencanto ciudadano y al crecimiento del escepticismo hacia la democracia representativa.

Ante esta situación, es imperativo que la sociedad exija rendición de cuentas y un compromiso real con las ideas defendidas en la campaña electoral. Los votantes no pueden conformarse con explicaciones vacías o justificaciones oportunistas. La crítica y la objeción deben ser herramientas activas para fiscalizar el actuar de quienes, con su incoherencia, erosionan la confianza en las instituciones democráticas.

Si un partido político llega al poder con una plataforma determinada, tiene la obligación moral y política de mantenerse fiel a sus compromisos. La traición a las convicciones no solo representa una falta de ética, sino que también socava la credibilidad del sistema y deja a la sociedad a merced de una dirigencia que solo vela por su propio beneficio.

La democracia necesita dirigentes que honren su palabra y un electorado que no tolere la incongruencia. Solo así podremos garantizar una política basada en la integridad y el respeto por la voluntad popular.

Cuando se abandonan las convicciones y se traicionan las lealtades

El caso de Liliana Salinas es un ejemplo claro de esta problemática. La diputada electa por La Libertad Avanza en Entre Ríos fue una de las principales armadoras del espacio en la provincia y, sin embargo, se convirtió en la primera en abandonar el partido tras el acuerdo de Javier Milei con Patricia Bullrich y Mauricio Macri. En su salida, denunció una traición a los principios fundacionales del movimiento.

Salinas había sido clave en la estructura libertaria de Entre Ríos, pero también se vio envuelta en acusaciones sobre el financiamiento del espacio y la supuesta venta de candidaturas. En su defensa, explicó que cada integrante financiaba su propia campaña, aunque también admitió la existencia de donaciones anónimas, lo que generó más dudas sobre la transparencia del movimiento.

La ruptura dentro del espacio libertario no se limitó a Salinas. En el Concejo Deliberante de Paraná, el bloque de La Libertad Avanza también se fracturó cuando el concejal Darío Báez decidió formar un interbloque con el PJ. Báez justificó su decisión señalando la falta de organización y conducción en el partido, argumentando que el espacio en Entre Ríos se encontraba a la deriva desde hacía más de un año.

Estos episodios ponen de manifiesto una problemática mayor: la fragilidad de las estructuras políticas cuando carecen de una base sólida de principios y liderazgo. La falta de organización y la incoherencia en las decisiones generan desconfianza y desaliento en la militancia y en el electorado. En el caso de La Libertad Avanza, lo que comenzó como un proyecto disruptivo y desafiante para la política tradicional, se enfrenta hoy a una crisis de identidad y liderazgo.

El abandono de las convicciones y la traición a las lealtades son, en definitiva, el reflejo de una crisis mayor en la política argentina. La coherencia y la fidelidad a los principios no pueden ser moneda de cambio en negociaciones oportunistas. La ciudadanía, por su parte, debe estar atenta y exigir que sus representantes cumplan con los compromisos asumidos, para evitar que la democracia se convierta en un simple juego de intereses personales.

El concejal Darío Báez, que esta semana saltó del bloque de La Libertad Avanza en el Concejo Deliberante de Paraná y se sumó a un interbloque junto al PJ, no se muestra alterado. Más bien todo lo contrario. “Estoy tranquilo, satisfecho con el deber cumplido”, asegura en diálogo a un programa de radio de la ciudad de Paraná .

Después, dirá que la ruptura del bloque libertario no fue su responsabilidad. “Hace 15 días recibí una nota de la concejal (Romina) Todoni, una compañera de bancada con la que hemos compartido un año, una persona con la que he aprendido a conocerla en el Concejo, con quien hemos coincidido en casi todo, y en esa nota anuncia que se retira del bloque parlamentario para conformar un bloque unipersonal. A partir de ahí, nosotros empezamos a tomar decisiones sobre el tema de la conformación del interbloque. Este año le tocaba a ella presidir el bloque de La Libertad Avanza. Pero es ella la que toma la decisión de hacer un interbloque. Acá, nosotros reaccionamos a una acción que, como bien lo detallamos en primer momento, es producto de la decisión de la separación del bloque de La Libertad Avanza”, detalló.

Aunque después aceptó que en el bloque libertario son dos concejales, Darío Baez y Romina Todoni, y que entre ellos se dificultaba ponerse de acuerdo. “Parece raro que dos concejales no se puedan poner de acuerdo. Pero fue así. Ante la decisión de la concejal tomamos la iniciativa nosotros de sentarnos a hablar con el presidente del Concejo Deliberante, David Cáceres”, apuntó. Se trató, apuntó, de “no abandonar a mitad del camino. Hemos tenido  un año muy fructífero en el Consejo: de todas las ordenanzas que ha propuesto el Ejecutivo municipal, casi el 95% se han aprobado, tanto por el bloque de Cambiemos, como con el voto de nuestro bloque. Entonces, abandonar ese diálogo en un año electoral, no lo vimos como una buena señal a la sociedad, ni a los compromisos que se nos vienen”.

La decisión, apuntó el edil, no implica alejarse de las ideas libertarias ni lo ubica como renegado de las políticas del presidente Javier Milei. “Seguimos representando las ideas de la libertad, de Javier Milei, yo esto lo he hablado con autoridades nacionales, lo venía advirtiendo, porque el bloque nuestro no es el único bloque en la provincia que está en esta situación. Hay alrededor de 24 concejales que están en la misma situación, o peor, porque nosotros pudimos manifestar y expresar la decisión popular de armar un bloque, pero hay lugares como  Gualeguaychú o Concordia  donde los concejales no se vieron representados con el espacio político  porque no hay conducción, no hay organización política, no hay contención, cada uno hizo lo que quiso. O sea que no es una cuestión única de Paraná, lo veníamos nosotros analizando hace mucho tiempo”, señaló.

En Entre Ríos, aseveró, “no existe” la conducción de La Libertad Avanza. “No existe desde hace un año y tres meses, o sea, no es una cuestión de que ahora de golpe, de un repollo salió la organicidad del partido. Yo soy fundador del espacio, nuestro espacio político está desde el día cero. La organicidad en los partidos políticos, para los que tenemos experiencia, es otra cosa, es levantar la vara, es contención, es trabajo, es gestión”, apuntó.

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