El ataque físico a Fran Fijap (Franco Antúnez) durante la marcha anti-Milei no solo es un ejemplo claro de la polarización política que vive Argentina, sino que además constituye un acto inadmisible y repudiable que debe ser condenado por todas las corrientes ideológicas, sin excepción.
Este tipo de agresiones vulnera el derecho fundamental a la libre expresión y revela una intolerancia preocupante hacia la pluralidad de voces en la esfera pública. Si bien Fijap es conocido por su estilo provocador y su apoyo a figuras como Javier Milei, no existe justificación alguna para recurrir a la violencia en respuesta a sus opiniones. Al atacar físicamente a una persona por su postura política o por el medio en el que se expresa, se debilita el debate democrático y se envía un mensaje peligroso de que solo ciertas voces son válidas en la conversación pública(
El rol de los youtubers, si bien a veces polémico, es legítimo dentro del ecosistema mediático moderno. Al igual que cualquier periodista o comentarista, los creadores de contenido tienen derecho a realizar preguntas incómodas y expresar sus puntos de vista, incluso si estos no son del agrado de todos. La agresión a Fijap representa un ataque no solo a su persona, sino a la idea misma de diversidad de opiniones, la cual es fundamental en cualquier democracia. Los políticos y periodistas que se sienten incómodos por la presencia de estos nuevos actores en la arena pública deben enfrentarlos con argumentos y diálogo, no con intolerancia y violencia.
Es importante recordar que estos hechos no solo descalifican a quienes perpetran el ataque, sino que también erosionan la credibilidad de las causas que, en teoría, buscan defender los agresores. El uso de la fuerza para silenciar voces contrarias, más allá de ser moralmente condenable, pone en riesgo la legitimidad de las manifestaciones y el derecho a la protesta pacífica(
Finalmente, la violencia nunca debe ser una respuesta a las diferencias políticas, independientemente de cuán provocativas sean las posiciones del otro. Este tipo de conductas deben ser condenadas enérgicamente, ya que minan la base del sistema democrático, donde todas las voces —sean de políticos, periodistas o youtubers— deben ser escuchadas y debatidas en un espacio de respeto mutuo.