El comedor María Reina, de la parroquia San Miguel, de Paraná, que tiene más de medio siglo de existencia y que nació por impulso del sacerdote Alejandro Patterson, muestra ahora una realidad que inquieta: por la crisis social que se agudiza duplicó la cantidad de comensales.
Empezó el año distribuyendo entre 60 y 70 raciones, y al comienzo estaba destinado a personas en situación de calle. Ahora, sirven todos los días 120 platos de comida, y entre los comensales hay jubilados que cobran la mínima y no pueden sostener su supervivencia todo el mes, y también, y cada vez más, hombres sub40, con sus vidas estragadas por el consumo de drogas. Una droga que crece entre los pobres.
«Nos estamos enfrentando no sólo al problema del hambre, sino a otro flagelo que va de la mano de la pobreza, pero que no es una regla: el consumo de drogas. Se los ayuda con el almuerzo, pero la realidad de las adicciones es algo que ha crecido muchísmo y que hace su estrago en jóvenes que tienen una realidad bastnate compleja, porque no tienen trabajo, o no consiguen, o lo han perdido. Si uno va al comedor, no se encuentra con personas mayores. Son personas de 40 para abajo. En su mayoría. Eso habla de otra situacion de trasfondo. No solo pobreza, y situacion de calle, sino otros factores. Veo que el problema de las adicciones cada vez es mayor entre esas personas», alerta Gustavo Horisberger, párroco de San Miguel.
El sacerdote mantiene regularmente charlas con las personas que asisten al comedor de San Miguel y de esos encuentros ha sacado una conclusión inquietante: entre los pobres de Paraná, y sobre todo entre los jóvenes, hay mucho consumo de crack, un subproducto de la cocaína. Más bien, los desechos que quedan del procesamiento de la cocaína.
Dice Horisberger: «Muchas veces desde el comedor tenemos que recurrir a la ayuda de la Policía para que nos dé una mano para contener. Es por la violencia que pueden tener estos jóvenes que van a comer. Imagino que cuando están así agresivos es por el consumo o por la falta de consumo. Es una realidad que está acá, que uno no tiene que salir a los barrios periféricos para encontrase con ese drama».
Tiene un perfil de los comensales que asisten a diario, a mediodía, al comedor de San Miguel, y sostiene que «cada vez es mayor la gente que tiene este tipo de situaciones. No sé cómo hacen para conseguir. Uno habla con los muchachos, y cuentan. Una de las cosas que se está consumiendo en Paraná es el crack, o algo parecido al crak, pero en definitiva provoca el mismo daño. No digo que estén consumiendo en este lugar, en la parroquia, pero cuando uno habla, el dato lo extrae de ellos. No es que los he visto consumir ahí, surge del diálogo , así sale eso».
La cocaína es una droga hecha tras la mezcla de varios químicos. Primero se procesa la hoja de coca, luego se la mezcla con acetona y éter, y después, tras ser pasados por varios procesos, se consigue el polvo blanco, y quedan los residuos. Esos desechos se venden en las calles, entre los pobres: el crack, que provoca serios daños en el organismo.
Más demanda, Providencia y recursos
El comedor de San Miguel asiste a un aumento de la demanda. Un aumento feroz. «Hay mucha gente, mucha demanda», acepta el sacerdote Horisberger. «Gracias a Dios, a la Providencia y a la gente que acerca su ayuda, siempre tenemos un plato de comida. Siempre confiamos en que Dios va a responder con las cosas. y la verdad que hasta ahora todos los días hemos dado de comer. Es verdad que ha aumentado la cantidad de comensales considerablemente», subraya.
A diario, sostener el comedor de San Miguel insumo unos $150 mil. La Provincia, a través del Ministerio de Desarrollo Humano, les aporta $250 mil al mes. «El aporte del Gobierno es una colaboración pero no una solución para el comedor», ilustra el párroco. «Al empezar el año teníamos entre 60 y 70 personas; ahora son 120 -cuenta-. En general, respondemos, a veces puede ser que quede alguien sin comer porque llega tarde. Pero damos a todos. El segundo plato en algún momento no lo tienen., O si lo tienen es poco menos que el primer plato. Damos dos platos de comida. Hasta donde quieran comer, y alcanza, no hay problema, se les da».
-Siempre confían en la Providencia.
-La Provincia se manifiesta en gente generosa, que colabora, que trae alimentos. La Providencia se maneja con personas concretas. Yo no conozco que haya otro lugar en el que se dé un plato de comida a mediodía. Lo que sí sé que en la zona nuestra es el único comedor que atiende gente en situación de calle. Y tambien gente que tiene una jubilación que no les alcanza. Nosotros logramos sostener esta ayuda en base a la solidaridad de la gente. Pero no se puede construir o hacer crecer un país en base a la solidaridad. Tiene que haber una estructura que sea capaz de socorrer a las diversas necesidades, no solo en un plato de comida, sino a la pobreza humana que tiene esta gente. El plato de comida es lo más suprficial. Pero hay una pobreza humana que no sé cuánto tiempo llevará modificar. Es una pobreza que viene al menos de tres generaciones.